• Opinión:

 

EL NUEVO MÉXICO, EL VIEJO PRI.

 

 

Por Martín Carlos Ramales Osorio/APIM.

La clase gobernante priísta parece no entender que nada es estático en este mundo, que todo cambia, que todo evoluciona para bien o para mal. Que vivimos en un mundo en permanente cambio y transformación. Todo cambia, todo se transforma; las sociedades humanas no pueden ser la excepción a ese proceso de cambio y transformación permanente. 

El México de hoy, el de la segunda década del siglo XXI, ya no es el México que gobernó el dinosaurio priísta por 71 años durante el siglo pasado. La situación hoy en día es muy distinta a la de ayer, si bien persisten resabios del viejo régimen, del viejo sistema que se sustentaba en el autoritarismo, la represión, la desinformación (a través de ese gigante corporativo que es Televisa, un monstruo omnipresente que todo lo tuerce a favor de los intereses capitalistas, que oculta la verdad de los hechos y que obnubila mentes de individuos poco leídos e instruidos a través de programas frívolos e indolentes como el de la peruana Laura Bozzo), el corporativismo y la persecución y desaparición de disidentes de un sistema político priísta corrupto, podrido y putrefacto.


  • pri
  • El México de hoy.
  • Muchas situaciones han cambiado en el país; pero el PRI, sus cuadros y sus dirigentes siguen siendo los mismos de siempre: corruptos, entreguistas, autoritarios, prepotentes e incompetentes para resolver los muchos y variados problemas que padece la sociedad mexicana. Problemas que incluso han sido generados por los mismos priístas gracias a su corrupción y a su incompetencia.

    En la situación actual del país (con una economía que no crece, que acumula desempleados y pobres, en donde la brecha entre ricos y pobres se acrecienta cada vez más, donde la inseguridad va en aumento, donde desaparecen a diario ciudadanos que nunca son encontrados, en donde se descubren por aquí y por allá fosas clandestinas con restos de seres humanos, y un sin fin de calamidades que no surgieron por simple generación espontánea) el PRI, y en general todos los partidos políticos, más que ser parte de la solución es parte del problema, del cáncer que carcome a la sociedad mexicana.

    Problemas todos ellos que los priístas pretenden resolver con simples discursos y palabras grandilocuentes que se transmiten a través de los medios oficialistas (Televisa, TV Azteca y un largo etcétera, a excepción de La Jornada, La Revista Proceso y Carmen Aristegui que ejercen un periodismo ético, imparcial, comprometido con la verdad y sustentado en pruebas documentales y que, por tanto, representan un auténtico contrapeso a los excesos del poder político que detentan tanto priístas como panistas y perredistas, que para fines prácticos son son lo mismo, hermanos putativos siameses ya sea por cuestiones de carácter ideológico, como en el caso del PRI y el PAN, o por cuestiones de cuna, como en el caso del PRI y el PRD), aliados del poder político que sirve a los intereses económicos y empresariales como retribución por llevarlos a Los Pinos, a San Lázaro, al Senado de la República y a las gubernaturas de las entidades federativas del país.

    No debe sorprendernos, en consecuencia, que Murillo Karam y Osorio Chong demuestren un nulo interés por encontrar a los jóvenes normalistas de Ayotzinapa, hijos de campesinos pobres que nada significan para el poder político y económico de este país. No debe sorprendernos, también, que Luis Videgaray Caso emprenda medidas de carácter fiscal que benefician a las grandes empresas privadas (tanto nacionales como extranjeras) en detrimento de los sectores populares que únicamente existen cuando hay elecciones y a la hora de pagar los innumerables impuestos que pesan sobre sus espaldas.

    Tanto Murillo Karam como Emilio Chuayfett Chemor, este último titular de la Secretaría de Educación Púbica (SEP), son políticos de la vieja guardia del Revolucionario Institucional, auténticos dinosaurios del jurásico priísta que mal gobernaron el país durante la mayor parte del siglo pasado. Políticos de perfil autoritario y represor, poco o nada dados a la negociación y a la conciliación con opositores y disidentes. Murillo Karam se muestra indiferente e indolente ante la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Un personaje de cara dura, mirada fría, actuar mecánico  y carente de humanidad.

    Ni que decir de Chuayfett Chemor, que funge (o más bien que finge) como Secretario de Educación Pública del gabinete peñista. Probablemente, poco o nada sabe de educación. Sus habilidades son otras: amenazar, imponer y reprimir a los profesores disidentes de una reforma educativa elaborada al vapor y que más bien pretende castigar laboralmente a los profesores de Oaxaca, Guerrero y Michoacán que siempre se han opuesto a los designios del todopoderoso Ejecutivo Federal, en esta ocasión representado por una figura Made in Televisa.

    Con estos personajes pretende el gobierno peñista “Mover a México”; según el discurso oficial, mover a México hacia el progreso y la prosperidad. Según la terca y testaruda realidad, el país se está moviendo rápida y peligrosamente pero hacia el despeñadero gracias a la insensatez, a la incompetencia, al fundamentalismo económico, a la corrupción y a venerables ancianos como Chuayfett y Murillo Karam que deberían estar en sus casas y no en puestos públicos de tanta responsabilidad como los que ahora detentan.

    Es comprensible que Murillo Karam se sienta cansado y agobiado, como reza la canción: “Dios sí perdona, el tiempo no…”. México ha cambiado. Los priístas siguen siendo los mismos de siempre. Las mismas caras, los mismos nombres, los mismos apellidos, las mismas familias, los mismos vividores de siempre, serán los candidatos del tricolor en este año para renovar la Cámara de Diputados.